jueves, 14 de octubre de 2010

El planisferio

Corre el imperio a resguardar sus bancos con el capital de las vidas mas cortitas del siglo en curso y no se le cae la cara de vergüenza por gastar toneladas de recién nacidos en la campaña electoral de la capital del planeta. No hay derecho. Derechos son los mástiles que sostienen las banderas y no otra cosa, por ahora. Créditos infames piden aquellos a los que les falta un punto de sal en la comida y no aquellos a los que además del punto de sal les falta la comida entera.
Cachirulo encontró un planisferio tamaño oficio revisando una bolsa de basura y se quedó rascándose la cabeza cuando el Pachuca le explicó que eso era el mundo. El mundo es mas grande, le contestó convencido Cachirulo recordando que una noche uno de los pibes, señalando el cielo del barrio, había dicho que los planetas eran grandísimos hasta allá arriba y todos se habían quedado boquiabiertos mirando las estrellas. Y sí, mas grande también es Maradona, sin embargo nosotros lo vemos así de chiquito en las figuritas, dijo entonces el Pachuca haciendo un gesto con el índice y el pulgar. ¡Pero no hay derecho!, protestó Cachirulo, sacudiendo el planisferio con una mano y dándole cachetadas con el reverso de la otra, ¡En este papelito de mierda no entra nadie!. El Pachuca sonrió imaginándose al Cachirulo y a sus siete hermanos, el papá, la mamá, la tía y la abuela organizándose para dormir en el ranchito de cuatro por cuatro. Se puso de pie y acomodó en el carrito un par de zapatillas con las suelas despegadas que habían encontrado en la calle y cuatro yogures vencidos rescatados de los contenedores del supermercado. Cachirulo también se subió sin dejar de observar atentamente el planisferio. Pachuca tanteo la goma de la bici para verificar que siguiera inflada, se montó y empezó a pedalear. Entre los chirridos propios de la falta de aceite del piñón y el tintineo de las botellas vacías, Cachirulo empezó a reflexionar en lo injusta que es la vida. Tumbado de espaldas sobre la carga del carrito, con un brazo abajo de la nuca haciendo de almohada y el otro extendido sosteniendo el planisferio que se recortaba como una paradoja sobre un firmamento celeste y blanco, repitió, no hay derecho. Si que hay, le contesto recién entonces el Pachuca sin dejar de mirar al frente, hay derecho pero nadie le da bola.
La tarde verdadera caía cuando ellos entraban al barrio teñidos de tonalidades azules y naranjas y las bandadas de gorriones que habían estado jugando mas que cualquier pibe entre las ramas de los jacarandas desaparecían sin dejar rastro alguno. Cachirulo se bajó del carrito al tiempo que todo se iba tornando mas oscuro y el Pachuca estacionó la bicicleta que se había vuelto del color de las sombras. Por ejemplo tendríamos que poder ir a la escuela de una, dijo el Pachuca dando un chasquido con los dedos en el aire y el Cachirulo por primera vez en todo el viaje despegaba los ojos del planisferio y los dirigía a la silueta de su amigo recortada en las penumbras, o por ejemplo tendríamos que poder morfar todos los días, balbuceó, mientras con la manga de la remera limpiaba un churrete que caía de uno de los yogures que se estaban por repartir. Dulces pecados del mundo como caramelos sueltos en la palma de un ladrón adolescente, irresponsabilidades de una vida donde se condena mas al futuro elector de un pibe que se caga de hambre que al presente de un presidente electo comiendo pavo con las garras. ¿O vos que te creés?, siguió el Pachuca, ya sé que el mundo es gigantesco, pero decime si no se parece más a ese papelito de mierda que encontraste en la basura. Cachirulo volvió a mirar el planisferio, se lo acercó un poco a los ojos porque ya no se veía casi nada y respondió. Y si, la verdad que si. En este conflicto bélico por la subsistencia, primero deje la vida por la patria jovencito, y después reclámele a la patria lo que a usted le toca por haber dejado la vida en ella. ¿Donde está Argentina?, preguntó Cachirulo apretando los ojos. Pachuca se acercó, buscó en entre las líneas confusas del papelito apuntando con el meñique hasta que descubrió los límites del país, por aquí, señaló. Viva la patria entonces, dijo en broma Cachirulo, lanzando una risita contagiosa. Si, viva esa patria donde pastan las vacas a buen resguardo del abigeato local y a merced de las ajenas mandíbulas batientes. Con que poco te conformás Cachirulo, hace un ratito decías que no había derecho, le recordó el Pachuca. Cachirulo hizo un bollito con el mapamundi, lo tiró al aire, le dio una bolea de zurda y cantó un gol imaginario. El bollito se hundió en una zanja de agua podrida y el Cachirulo le dijo al Pachuca sin dejar de reírse, lo digo en joda, mañana mismo empiezo a reclamar mis derechos, y los dos estallaron en unas estridentes carcajadas. Derechos son los mástiles que sostienen las banderas y no otra cosa, por ahora, así que el Pachuca chocó las manos con el Cachirulo en el aire imperceptible del verano y se fue a dormir en paz el sueño empedernido de los suburbios.

5 comentarios:

  1. Este relato esta cercano a Como un Leon, de Haroldo Conti. Niños pensando en como funciona el puto mundo. Un beso argento, para el Tomi, al que se le habran pelado las rodillas alguna vez, corriendo con los cortos.

    ResponderEliminar
  2. Vea, yo le agradezco la intención, Sirenita, pero la proximidad que usted maneja debe estar medida en años luz.
    Como todo buen capricorniano que se precie de tal, siempre supe que mi punto débil, según el horóscopo, estaba en mis rodillas, pero los capricornianos, además, somos de los mas precavidos, así que me las he cuidado prudentemente, cosa que me permite seguir corriendo aún hoy mis diez kilómetros diarios. De todas maneras muchas veces hinqué las rodillas y no precisamente en el altar de las iglesias, ya sabe usted, a golpes se hacen los hombres y a porrazos las mujeres...ah no, perdonemé, me olvidaba que usted es sirena.

    ResponderEliminar
  3. Me he parado en tu blog porque me ha llamado la atención la imagen que ilustra esta entrada. Al leer el artículo entero me ha venido a la cabeza algún pasaje (ya no sé precisar porque los leí hace mucho tiempo) de Sobre Héroes y tumbas o, tal vez, de Abaddón el Exterminador. No es la misma situación sólo una coincidencia de nombre pues, si no recuerdo mal, Cachirulo allí era un hombre mayor que hablaba a un niño; de la conversación se desprendían alusiones, recuerdos dolorosos, creo, del tiempo de la dictadura… Pero lo leí hace mucho, puedo ahora estar haciendo una especie de cóctel de cosas leídas en distintos tiempos y lugares.
    De cualquier modo me han gustado tu relato y la imagen.
    Muy buena esa frase de “los que le falta un punto de sal en la comida y los que les falta la comida entera”.

    ResponderEliminar
  4. Depende desde el punto de vista del que se lo mire, puedo ser considerado un pésimo lector o un lector de lo mas correcto, Hegurlp. Lo mas probable es que empiece un libro hasta que llegue un punto en el que sienta que debo hacer un esfuerzo para seguir leyendo, momento en el cual, (y como según me parece recordar dijera alguna vez García Márquez) hay que dejar de leer. A partir de ahí pueden ocurrirme dos cosas, una, que no vuelva a recordar ni media frase de lo que he leído y otra, algo similar a lo que le ocurre a uno de mis personajes, Darío Abecé de la historieta "El lector dormido", que se lo pasa fantásticamente bien empezando a leer un libro hasta que en determinado momento se duerme pero, sin abandonar el hilo conductor de la lectura, modifica el final según su sueño.
    He leído completos bastantes libros, lo confieso, pero con entusiasmo hasta el final podría declarar incautamente que he leído solo cuatro, Tom Swayer, Robinson Crusoe, Cien años de soledad y La insoportable levedad del ser, y solo uno que descubrí yo solito sin recomendaciones y que leí encantado de un tirón de cabo a rabo, Un bolsillo lleno de vodka, de Archibald Cronin.

    ResponderEliminar